Familiarizándonos con la lengua extranjera (I)
¿Por qué nos cuesta aprender idiomas?
Decía Carlomagno que “saber otro idioma es como poseer una segunda alma”. Hoy en día esta frase cobra más sentido que nunca. Un idioma te abre las puertas a otra realidad, otra parte del mundo desconocida para nuestros ojos y, sobre todo, te ofrece otras lentes con las que mirar. Pero las lenguas no sólo son la base de una cultura, sino también la base de la economía de un país; por lo que ejercen un poder hegemónico en el mundo. Y es por esto que idiomas como el inglés, alemán, chino… sean tan demandados en las escuelas por las nuevas generaciones. Sabemos la importancia que tienen en el futuro de nuestros hijos y queremos a toda costa que las aprendan cuanto antes. Sin embargo, dominar una lengua requiere sumergirse a fondo en la tarea enseñanza-aprendizaje y a veces corremos el peligro de quedarnos en la superficie.
A simple vista es difícil entender por qué a los españoles nos cuesta aprender idiomas o por qué nuestros vecinos portugueses están por encima de nosotros en el uso y dominio del inglés. Sin embargo, hay que pensar cuánto tiempo del día estamos expuestos a un idioma extranjero. Al input, por usar una nomenclatura puramente lingüística. El doblaje cinematográfico y televisivo es un factor que influye radicalmente en la diferencia entre ambos. Mientras que nuestros vecinos están expuestos al idioma extranjero desde pequeños con sólo pulsar el botón de la televisión, nosotros lo hacemos sólo en el ámbito escolar, durante unas horas concretas, dedicadas generalmente al análisis sintáctico de los elementos de una frase. El inglés no forma parte de nuestra vida diaria. No está en nuestras radios, ni en nuestros programas de televisión favoritos. No es una lengua familiar para nuestros hijos. El inglés sólo está en las aulas y se le cierran las puertas una vez que acaba la clase.
Por ello, si pretendemos que nuestros hijos aprendan de manera global y efectiva una lengua, debemos ser parte activa de esa estimulación y no contentarnos sólo con las horas escolares.
La mejor manera de aprender un idioma es haciéndolo de manera pragmática, útil. Incluyéndolo en la vida diaria de nuestro hijo/a, no sólo estaremos promoviendo su desarrollo, sino que lo estaremos haciendo de una manera natural y divertida que hará que nuestro hijo vea la lengua como una herramienta de comunicación más. Asociar el aprendizaje del inglés a sensaciones positivas es el eje de la enseñanza. Estamos creando una predisposición afectiva para el futuro, que será clave para su aprendizaje.